La frase no es nuestra. La tomamos de un mensaje que nos dejó Tubino en nuestra página hace unos días y nos quedó picando el bicho de qué tan “pintoresco y divertido” era el mundo de la AAU.
Así que un domingo de mañana nos aprestamos a desafiar la parte más olvidable del Otoño y salir a la ruta otra vez.
En nuestro grupo hablamos mucho de correr y todos estamos con entusiasmo al respecto, pero este fin de semana fue como una debacle y quedamos solos la valiente Tatiana y yo. De Tati ya hablaremos en crónica aparte porque ayer fue su bautismo de fuego y eso vale por si sólo el destaque.
Lo cierto es que los Invasores somos a esta altura del año como un centro modelo de Traumatología y tenemos desgarros, pubalgias, hernias, rodillas sentidas, tendinitis y lo que pidan. Todo en oferta!!! Si a eso le agregamos las gripes por el cambio de clima, el fin de semana largo de los que se van para afuera, el dulce embarazo de Silvia y los que no zafaron del laburo en el Hipódromo o las Salas de Slots, nuestra dominguera representación fue más vergonzosa que auspiciosa (estuve tentado de titular la nota “Crónica de un hombre solo”). No importa, ya vendrán tiempos mejores...los golpes sanarán y saldremos al ruedo “multitudinariamente” como en viejas épocas.
La carrera comenzó en realidad a principios de semana. Llamé a Maturana para averiguar sobre la inscripción y me manifestaron $ 70 sin chip y $ 120 con chip. Fui luego a inscribirme, pero oh sorpresa, los chips para los libres no eran tales. Muy amablemente me dijeron que no iban a estar disponibles para los corredores libres en esta etapa. No voy a ocultar que sentí un poco de envidia por los chips de los agrupados. No importa. Como un “kelper” de las rutas desperté a mi incondicional familia (siempre de fierro) el domingo temprano y rumbeamos para el Prado.
La movida ya se podía ver en el acceso al Colegio y enseguida se respiraba eso que tanto nos gusta de las carreras de calle: la unión. Grupos por aquí, amigos por allá e innumerables abrazos, saludos, besos y gritos de aliento que cruzaban el lugar. “Venimos bien”, me dije para adentro.
El encuentro con Tati y sus ansiosos padres por vivir su primera largada y después a calentar.
Antes tenía que cumplir con dos personajes con los que habíamos cruzado mensajes y mails, y nos debíamos un abrazo y el conocernos personalmente: fue con Rai y Rubito, a quienes habíamos citado en nuestra crónica de Punta del Este como ejemplos de superación y forma de encarar este deporte. El saludo afectuoso para ambos y a correr. Allá fui cual "Robinson Crusoe" de los Invasores rumbo al arco de salida.
Largada y me propuse disfrutar de la carrera sin mirar el reloj (y fue lo mejor que pude hacer). El Prado tiene un gran atractivo como paseo urbano y estaba esa mañana dispuesto a gozarlo. Repechos y bajadas fue la tónica de la carrera, cosa que se hizo sentir, pero sin reproches. Ni siquiera para el Inspector de Tránsito que me tiró un auto arriba en un cruce del circuito, pero bueno, son gajes del oficio.
Así que un domingo de mañana nos aprestamos a desafiar la parte más olvidable del Otoño y salir a la ruta otra vez.
En nuestro grupo hablamos mucho de correr y todos estamos con entusiasmo al respecto, pero este fin de semana fue como una debacle y quedamos solos la valiente Tatiana y yo. De Tati ya hablaremos en crónica aparte porque ayer fue su bautismo de fuego y eso vale por si sólo el destaque.
Lo cierto es que los Invasores somos a esta altura del año como un centro modelo de Traumatología y tenemos desgarros, pubalgias, hernias, rodillas sentidas, tendinitis y lo que pidan. Todo en oferta!!! Si a eso le agregamos las gripes por el cambio de clima, el fin de semana largo de los que se van para afuera, el dulce embarazo de Silvia y los que no zafaron del laburo en el Hipódromo o las Salas de Slots, nuestra dominguera representación fue más vergonzosa que auspiciosa (estuve tentado de titular la nota “Crónica de un hombre solo”). No importa, ya vendrán tiempos mejores...los golpes sanarán y saldremos al ruedo “multitudinariamente” como en viejas épocas.
La carrera comenzó en realidad a principios de semana. Llamé a Maturana para averiguar sobre la inscripción y me manifestaron $ 70 sin chip y $ 120 con chip. Fui luego a inscribirme, pero oh sorpresa, los chips para los libres no eran tales. Muy amablemente me dijeron que no iban a estar disponibles para los corredores libres en esta etapa. No voy a ocultar que sentí un poco de envidia por los chips de los agrupados. No importa. Como un “kelper” de las rutas desperté a mi incondicional familia (siempre de fierro) el domingo temprano y rumbeamos para el Prado.
La movida ya se podía ver en el acceso al Colegio y enseguida se respiraba eso que tanto nos gusta de las carreras de calle: la unión. Grupos por aquí, amigos por allá e innumerables abrazos, saludos, besos y gritos de aliento que cruzaban el lugar. “Venimos bien”, me dije para adentro.
El encuentro con Tati y sus ansiosos padres por vivir su primera largada y después a calentar.
Antes tenía que cumplir con dos personajes con los que habíamos cruzado mensajes y mails, y nos debíamos un abrazo y el conocernos personalmente: fue con Rai y Rubito, a quienes habíamos citado en nuestra crónica de Punta del Este como ejemplos de superación y forma de encarar este deporte. El saludo afectuoso para ambos y a correr. Allá fui cual "Robinson Crusoe" de los Invasores rumbo al arco de salida.
Largada y me propuse disfrutar de la carrera sin mirar el reloj (y fue lo mejor que pude hacer). El Prado tiene un gran atractivo como paseo urbano y estaba esa mañana dispuesto a gozarlo. Repechos y bajadas fue la tónica de la carrera, cosa que se hizo sentir, pero sin reproches. Ni siquiera para el Inspector de Tránsito que me tiró un auto arriba en un cruce del circuito, pero bueno, son gajes del oficio.
Ya pasada la mitad de la carrera, veo una inconfundible camiseta naranja que marcaba que un Supersónico se acercaba. Se pone en mi misma línea y dice una simple frase, pero que encierra el mítico sentimiento de las carreras que nos unen: “Querés un poco de agua?”
Tubino: dejame tomarme el atrevimiento de modificar tu frase por “bienvenido al mundo solidario y amable de las carreras de la AAU”.
Siempre de afuera vi mucha palabra escrita de esos cruces casi anónimos donde por un momento el que se te para al lado se convierte en tu “compañero de ruta”, que va a tu mismo paso, y seguramente esté dispuesto a parar, dejar la carrera de lado y darte una mano si la precisás, aunque te haya conocido hace apenas 5 segundos. Hoy lo viví.
Después supe que era Ezequiel de Supersónicos (“me llamo Carlos, pero como habían ya otros en el grupo, me llaman Ezequiel”). Cruzamos palabras por un buen rato, amenizando el trayecto y disfrutando la mañana. Al final un abrazo y el “nos vemos el domingo que viene”.
Qué grande, ¿no? ¿Cuántos deportes podrán vanagloriarse que le pasan cosas de este tipo? Desde acá le mando un abrazo a Ezequiel y a su grupo. Seguro que nos vamos a encontrar en otra!
La llegada atrás de una aplaudida atleta no vidente y el cruce siempre afectuoso con el amigo Juan Grillo de Corredores del Prado que esa mañana estaba de “locatario” y agradeciéndonos el video de Punta del Este.
Un abrazo a todos y nos vemos en la próxima!!
Por P.E.T.O. Invasor.