viernes, 12 de junio de 2009

Tocando el cielo con las manos…y el suelo con lo que se pueda

Hace unos días cuando le quise explicar a mi pequeña hija acerca de la carrera de la Salomon en la que iba a intervenir, le dije muy ingenuamente para que entendiera, que iba a ser como subir una pequeña montaña, o más alto que un rascacielos de 100 pisos.
Con su mejor cara de incredulidad me miró, frunció el ceño y me soltó un demoledor: “Papá…vos estás preparado para eso?”
Como un Superman afectado por la kryptonita volví a la realidad y me di cuenta que había un espacio para la duda, una pequeña fisura que una niña de casi 6 años estaba convirtiendo con una simple pregunta en el Cañón del Colorado.
Le dije “Si mi Amor, andá a jugar…”, y después de darle una palmadita en la espalda para que emprendiera camino, quedé hundido en la silla repasando las opciones que me quedaban antes del Domingo 7.

Correr esa carrera fue un acto casi inconsciente que agradezco hasta el día de hoy, porque si hubiera tenido más conocimiento de lo que realmente me esperaba, cabía la posibilidad de volver atrás y haberme perdido una de las experiencias más alucinantes que viví en mi vida.
Terminé la carrera, luego de casi 3 horas, arañado como si hubiera peleado con un puma, con las articulaciones maltrechas y con dolores en lugares que en mis 40 años no había sentido…pero absolutamente realizado.

Fueron casi 3 horas de adrenalina que espero se repitan...tocamos el cielo con las manos...y el piso con lo que pudimos, porque ya no sabíamos cómo intentar pisar y evitar las piedras en punta que teníamos como pista.
¿Qué nos mueve a estar en esta suerte de acto masoquista que nos dejó a todos rotos?
¿Acaso nos gusta sufrir como unos condenados todo tipo de golpes, dolores y durezas?
Y...si...

Creo que a todos los que estuvimos ahí nos gustó probarnos el traje del superhéroe al que una “montaña” no detuvo. Un cambio de roles en el que bichos/as de ciudad por una mañana fueron Indiana Jones o Lara Croft. Volviendo a la analogía con el amigo de la capa, evidentemente las rocas de la Sierra de las Ánimas poco tuvieron de kryptonita que nos detuviera, pero si mucho de aventura, desafío y experiencia colectiva que nos motivara.
Si la organización de la carrera hubiera (al final del recorrido) abierto este mismo domingo pasado las inscripciones para la próxima etapa, creo se hubiera establecido un record muy difícil de igualar.
La mesa está servida y todo parece estar dado para que en Octubre, en el Salto del Penitente, nuevamente 700 Clark Kents se pongan la camiseta con la S en el pecho…con la S de Salomon, por supuesto…


Por P.E.T.O. Invasor